CONCEPTO DE VERDAD
Cualidad
de las proposiciones que concuerdan con la realidad, especificando lo que de
hecho es el caso.
Si el
objetivo de la ciencia es descubrir cuáles de las proposiciones de su dominio
son verdaderas –es decir, cuáles de ellas poseen la propiedad de la verdad– la
preocupación filosófica básica con la verdad es descubrir la naturaleza de esa
propiedad.
Así,
la pregunta del filósofo no es «¿Qué es verdad?», sino «¿Qué es la verdad?». La
importancia de esta cuestión proviene de la diversidad y profundidad de los principios en los que aparece el concepto de
verdad. Estamos tentados de pensar, por ejemplo, que la verdad es el objetivo
propio y el resultado natural de la investigación científica, que las creencias
verdaderas son útiles, que el significado de una oración viene dado por las
condiciones que la harían verdaderas y que el razonamiento válido preserva la verdad.
Por consiguiente, en la medida en que queremos entender, aseverar y refinar
esas tesis epistemológicas, éticas, semánticas y lógicas, parece necesitarse
alguna descripción explicativa de la naturaleza de la verdad. La tarea, sin
embargo, ha resultado ser especialmente elusiva (Que evita una respuesta precisa, una toma de posición, etc)
CORRESPONDENCIA
La
creencia de que la nieve es blanca debe su verdad a cierta característica del
mundo externo: el hecho de que la nieve es blanca. Análogamente, la creencia de
que los perros ladran es verdadera por el hecho de que los perros
ladran. Observaciones tan triviales llevan a lo que quizá sea la
descripción más natural y ampliamente compartida de la verdad, la teoría
de la correspondencia, según la cual una creencia (enunciado, oración,
proposición, etc.) es verdadera si existe un hecho que la corresponda.
Esta
tesis aristotélica es irreprochable en sí misma. Sin embargo, si ha de
proporcionar una teoría completa de la verdad –y ha de ser algo más que un modo pintoresco de afirmar todas las instancias de «la creencia de
que p es verdadera si y sólo si p»–, ha de
completarse con explicaciones de qué sean los hechos y de en
qué consista la correspondencia de una proposición con un
hecho; ésos son los problemas en los que se ha empantanado la teoría de la
correspondencia.
COHERENCIA
Una alternativa popular a la teoría de la
correspondencia es la identificación de verdad y verificabilidad.
La idea puede adoptar formas distintas.
Una versión supone la asunción adicional de que la
verificación es holista –es decir, que una creencia se verifica cuando forma
parte de un sistema entero de creencias que es consistente o «armonioso»–.
A esa versión se la conoce como teoría
coherentista de la verdad y fue desarrollada por Bradley y Brad
Blanshard.
Otra versión, debida a Dummett y Putnam, comporta la
asunción de que para cada proposición hay un procedimiento específico para
determinar si hay que creerla o no. Según esta descripción, decir que una
proposición es verdadera es decir que resultaría verificada por el
procedimiento apropiado. En matemáticas equivale a identificar verdad y
demostrabilidad y por ello se le denomina en ocasiones verdad
intuicionista. Tales teorías tratan de evitar oscuras nociones metafísicas
y de explicar la íntima conexión de cognoscibilidad y verdad.
Parece,
sin embargo, que exageran la importancia de ese nexo: es fácil imaginar
enunciados verdaderos cuya verdad nos resulte imposible de establecer.
PRAGMÁTICA
Una
tercera explicación principal es la teoría pragmática de
James. Como acabamos de ver, el verificacionista elige una propiedad destacada
de la verdad y la considera la esencia de la verdad. Análogamente, el
pragmatista se centra en otra característica importante –a saber, que las
creencias verdaderas son una buena base para la acción– y la toma como la
auténtica naturaleza de la verdad. Se dice que las asunciones verdaderas son,
por definición, las que provocan acciones con resultados deseables.
De
nuevo nos encontramos con una teoría con un único rasgo explicativo
atractivo. Pero la objeción básica es que la relación que postula entre la
verdad y su pretendido analisans –la utilidad en este caso– es
implausiblemente fuerte. No hay duda de que las creencias verdaderas tienden a
acrecentar el éxito.
Pero
muchas veces hay acciones basadas en creencias verdaderas que llevan al
desastre, mientras que hay asunciones falsas que, por pura casualidad, producen
magníficos resultados.
Uno
de los pocos hechos incontrovertidos relativos a la verdad es que la
proposición de que la nieve es blanca es verdadera si y sólo si la nieve es
blanca, la proposición de que mentir es incorrecto si y sólo si mentir es
incorrecto, y así sucesivamente.
Las
teorías tradicionales de la verdad reconocen este hecho pero lo consideran
insuficiente y, como hemos visto, lo acompañan de algún otro principio de la
forma «X es verdadera si y sólo si X tiene la propiedad P» (como la correspondencia con la realidad,
la verificabilidad o la adecuación como base para la acción), que se supone que
especifica lo que es la verdad.
TEORÍAS
DEFLACIONARIAS
Hay
una colección de alternativas radicales a las teorías tradicionales que
resultan de negar la necesidad de cualquier especificación ulterior de ese tipo. Por ejemplo, podría suponerse (con Ramsey, Ayer y Strawson)
que la teoría básica de la verdad no contiene más que equivalencias de la forma
«La proposición de que p es verdadera si y sólo si p» (excluyendo
las instancias de oraciones como «Esta proposición no es verdadera» que generan
autocontradicciones).
El
mejor modo de presentar la llamada teoría deflacionaria es
(siguiendo a Quine) en conjunción con una descripción de la razón de ser de
nuestra noción de verdad; a saber, su función no es describir proposiciones,
como podría inferirse ingenuamente de su forma sintáctica, sino capacitarnos
para construir generalizaciones de un cierto tipo.
Por
ejemplo, «Lo que dijo Einstein es verdadero» es intuitivamente equivalente a la conjunción infinita «Si Einstein dijo que nada se
desplaza más rápido que la luz, entonces nada se desplaza más rápido que la
luz; y si Einstein dijo que nunca deberían fabricarse armas nucleares, entonces
nunca deberían fabricarse armas nucleares;… y así sucesivamente».
Pero
sin un predicado de verdad no podríamos capturar este enunciado. El
deflacionista alega además que todos los usos legítimos del predicado de verdad
–en la ciencia, en lógica, semántica y metafísica– no son sino muestras de esta
función de generalización y que el esquema de equivalencia es cuanto se
necesita para explicar esa función.
En el
campo deflacionista compiten varias propuestas.
REDUNDANCIA
Según
la llamada teoría de la redundancia de Frege, las instancias
correspondientes de «Es verdad que p’ y ‘p» tienen
exactamente el mismo significado, mientras que la teoría
minimalista asume únicamente que esas proposiciones son necesariamente
equivalentes.
Otros
deflacionistas son escépticos acerca de la existencia de proposiciones y por
consiguiente consideran que las oraciones son los portadores básicos de la
verdad. Así, la teoría desentrecomilladora supone que la
verdad se aprehende por medio del principio de desentrecomillamiento:
«p’ es
verdadera si y sólo si p».
SEMÁNTICA
Tarski
es más ambicioso, y no considera ese esquema, conocido también como esquema
(V) de Tarski, como una teoría adecuada por sí misma, sino como una
especificación de lo que una teoría adecuada ha de implicar. Su propia
explicación muestra cómo dar una definición explícita de la verdad para todas
las oraciones de determinados lenguajes formales en términos de los referentes
de sus nombres y predicados primitivos.
La
teoría es conocida como teoría semántica de la verdad.
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